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Chuquiago (1977), la «tenaza ambiental»
Chuquiago (1977), la «tenaza ambiental»
ACTUALIDAD CINEMATOGRAFICA (LUIS ESPINAL)
Diario Presencia (La Paz domingo 31 de julio de 1977)
Con CHUQUIAGO el cine nacional muestra un alto nivel, madurez y fuerza técnica. La película sin duda es la más cara y narrativamente la más ambiciosa que se ha filmado jamás en Bolivia. Esta última producción del grupo Ukamau lleva acertadamente el nombre aymara y colonial de La Paz. Realmente el protagonista último de la película es la gran ciudad boliviana; una ciudad que según los momentos sicológicos de cada personaje puede ser fascinante, aterradora, festiva, hostil o simplemente incoherente. Al ser la ciudad el protagonista principal del filme expone una fuerte originalidad y estructura narrativa arriesgada, CHUQUIAGO es la aproximación sucesiva a La Paz, desde la visión de un niño campesino que la contempla desde el Alto hasta metemos en el corazón de su problemática.
CHUQUIAGO son en realidad cuatro films completos, aunados en uno solo. Pero las diversas historias están unidas por la topografía y por la estratificación social, y una narración muy fluida nos hace alejar naturalmente de una historia sin estridencias. CHUQUIAGO es una visión conmovedora de personajes nobles que viven en la ciudad; el progresivo descenso hacia la hoyada paceña motiva también la introspección creciente de los problemas humanos y reales que conviven en ella.
La historia de Isico (Néstor Yujra) es la más documental. El protagonista, como niño y como campesino, es el menos fuerte para luchar con este enorme lagarto que respira, quebrada abajo. Isico es un personaje emotivo, patético a ratos, teñido de una poesía ruda y primaria, se siente hechizado por la ciudad pero ella le acepta sólo a regañadientes como cargador, sin casa, y como a marginado. Son los hombres y mujeres de ciudad los que son hostiles, la ciudad es hostil, la ciudad es competitiva. Y en esta lucha por ‘sobrevivencia, cada uno espera sacar algo del otro, engañándole un poco, repetir en pequeño el proceso del explotador, cada uno aprovecha la debilidad que tiene debajo de si: los “pandilleros» que quieren que primero pague «alquiler» por su higiene al aire libre no tienen una actitud diversa de la del vendedor callejero de shampú, que utiliza a Isico como a instrumento de trabajo, o lo que hará el ama de casa al confiarle que acarree sus compras.
La historia de Johnny (Edmundo Villarroel) es la más documental, la más elaborada para el desarrollo de la acción. Son los pataleos de este jovencito de extracción obrera para salir de su situación de subdesarrollo Su espejismo ya va más allá de la realidad; el mito de la emigración al exterior y de un futuro fácil le condicen. Ya no tiene la ingenuidad de Isico, la ciudad le ha endurecido y vuelto más cínico. No es un resignado, por esto protesta y busca la huida física. Pero también esta fuga era sólo un engaño y un nuevo sistema para explotarle.
Carloncho (David Santalla) ya es un derrotado; tan derrotado que es visto desde la muerte. En el pasado tiene su juventud y sus ideales políticos ya fracasados. Él ni siquiera intenta rebelarse; le atan a su realidad precaria un trabajo y una familia. Por esto se ha refugiado en una evasión ficticia, la droga fácil del trago y de un grupo de amigos. Ya no busca sanar su insuficiencia social, sino simplemente anestesiarse para seguir viviendo. Por esto su muerte se hace más importante que su vida. Su nivel social mediocre ya le impide exteriorizarse su ira y su dolor. Su alegría y sus chistes son sólo un sistema de defensa; la lucidez sería demasiado trágica para él; y así, cubre sus heridas con espuma. Esta tercera historia es la más trabajada narrativamente, con su narración alternante de la vida y del sepelio, con el contrapunto entre el vacío y el recuerdo.
La historia de Patricia (Tatiana Aponte) es la más ideológica; su grupo social tiene plata, y con el dinero llegó la educación y la posibilidad de expresar sus ideas. Patricia es generosa y se llega a entusiasmar por cambiar un mundo en el que ella está entre los privilegiados. Pero una paja no nada contracorriente; la presión de su grupo (o su insinceridad interior) serán más fuertes que ella Y tristemente se instalará en un rutinario orden ya establecido.
Cada personaje del film se debate entre la ilusión y el fracaso. Como parte de un subconsciente social (que normalmente se expresa instintivamente en el cine) CHUQUIAGO muestra una visión desesperanzada, hay un clima de pesimismo general; porque el tan publicitado desarrollismo no se puede hacer al precio de las personas y del silencio; porque hace falta libertad para luchar por la vida, y no tener que esperar que nos la den como limosna.
CHUQUIAGO no es un film de tesis, sino de recensión; es un diagnóstico y no una terapia. No propone ninguna solución social, solamente plantea el conocimiento de una sociedad y presenta la estructura y los estratos sociales que hay en ella. Unas clases están condicionadas por otras; como indica este desenlace abierto, pero en el que la defección burguesa de Patricia viene a motivar el que Isico siga de cargador, sin ningún futuro.
CHUQUIAGO tiene numerosos aciertos, desde la música de Villalpando muy original y funcional para el film; hasta la recitación de la mayoría de los actores sean profesionales o actores improvisados. Una escena como la del sueño de Isleo recordando su pueblo junto al lago tiene una fuerza emotiva y onírica impresionante.
Me es difícil ser crítico y objetivo ante una película en que he participado; no obstante, me parece que puedo señalar algunas evidentes debilidades del film. El argumento de la historia de Patricia no está suficientemente cohesionado; sus críticas son dispersas y no se ve claramente hacia dónde apuntan. Toda crítica social supone un marco de referencia ideológica que aquí queda excesivamente difuso.
Personajes como Patricia y Rafael (Julio César Paredes) se han empobrecido excesivamente a lo largo de la película; ahora son casi contraproducentes. Después de esta crítica, que es la más de fondo, no faltan ciertos defectitos técnicos, como por ejemplo, la discontinuidad en el bulto cargado por Isico, o el sonoro ambiental con excesivo volumen, a ratos, hasta llegar a ahogar algunas frases del diálogo.
A partir de PUEBLO CHICO, Antonio Eguino ha dado un gran paso lingüístico y expresivo. CHUQUIAGO es una cinta más madura y más incisiva; y nos sugiere un prometedor futuro para este joven director nacional, ahora ya más seguro de sí mismo y de su lenguaje cinematográfico.
Auguro para CHUQUIAGO una gran carrera espectacular.