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Autoconciencia y libre expresión (1979)

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Censura al grupo Ukamau - 1979

Y si el arte no ha de subvertirnos, inquietarnos, hacer que nos preguntemos por nosotros mismos … es mejor que nada más veamos diariamente las puestas de sol.

Censura al grupo Ukamau - 1979
Censura al grupo Ukamau – 1979

Autoconciencia y libre expresión, un país libre no es aquel en que cada uno puede decir lo que quiere, sino aquel donde nadie está obligado a escuchar lo que otro quiere decir

Por: Jaime Nisttahuz

Diario Presencia La Paz, domingo 10 de junio de 1979 

Si aceptamos el criterio bastante divulgado y demostrado de que el arte es una forma de conocimiento, es obvio que tenemos que aceptar como una premisa para el artista la libertad de expresión. 

Esto implica forzosamente que el arte contenga muchas veces fuertes expresiones críticas a la sociedad en la que se manifieste. Porque los artistas no hacen más que transmitirnos coherente y expresivamente observaciones. Imágenes, intuiciones y reflexiones bastante comunes de una realidad, como EL CORAJE DEL PUEBLO, FUERA DE AQUÍ, o de lo real posible como 2001 ODISEA DEL ESPACIO, FAHRENHEIT 451.

En el primer caso, es un arte que quiere principalmente hacernos tener conciencia de lo que nos ha sucedido y puede volver a sucedernos (al masacrar a una parte del pueblo boliviano se está atentando contra la dignidad de todo el pueblo boliviano, ya no podemos sectarizarnos si verdaderamente queremos SER bolivianos).

En el segundo caso, se trata de hacemos tener conciencia de lo que puede sucedernos; una parte considerable de los planteamientos de Bradbury como malas posibilidades, ya las estamos viviendo alienadamente en la actualidad. Y es que el arte puede contribuir a socavar regímenes opresivos, como hizo en la España de la Inquisición Goya, con sus dibujos grotescos, que ridiculizaban críticamente al poder establecido y corrupto de esa época, provocando la censura, incautación y casi destrucción total de ese bien artístico y social tan influyente en la posteridad, puesto que las caricaturas o Goyescas salvadas fueron capaces de trascender hasta nuestros días en muchos murales, demostrándonos una vez más la validez de lo que se llama a veces simplistamente arte circunstancial, cuando el arte recoge y sintetiza un momento dado en profundidad, como si nos estuviera transmitiendo lo esencial de una circunstancia que muchas veces parece repetirse en el camino de los hombres.

Las anteriores consideraciones, hacen que nos veamos obligados a defendernos contra toda censura a un bien social como es el arte. No es aceptable que se recojan cuadros de las exposiciones, se prohiban discos, se mutilen o prohiban películas; peor si son muestras de lo que nos hacemos a nosotros mismos; no es aceptable si queremos continuar caminando hacia adelante con libertad y sentido autocrítico, respetándonos recíprocamente gobernantes y gobernados, puesto que el respeto sólo se hace válido y tiene verdadera existencia cuando es recíproco. Bien decía al respecto Herriot: Un país libre no es aquel en que cada uno puede decir lo que quiere, sino aquel donde nadie está obligado a escuchar lo que otro quiere decir.

En este sentido y entendiéndose que el artista no es en muchas ocasiones más que la conciencia del subconsciente colectivo, básicamente todo gobierno democrático debe respetar ese trabajo y no temerlo para que exista verdadera democracia.

De ahí que los artista sean una especie de vigías: han postulado problemas urgentes (las novelas indigenistas que de una u otra manera hicieron tener consciencia de la explotación del campesino); previene contra los excesos (las películas, murales y novelas y poemas contra la mecanización y la masificación de los hombres).

Porque hasta el arte más esotérico busca un interlocutor para sus intuiciones, así como los poemas de amor o los cuentos humorísticos buscan para realizarse más plenamente su complementación en sus receptores. Y cuando un artista logra un mayor número de interlocutores o receptores, ese artista es aún más necesario para la subsistencia misma del arte, desde el momento que siempre han existido en abundancia artistas con habilidad para captar públicos cultos, minoritarios, y no así aquellos artistas capaces de inquietar tanto a públicos privilegiados en sus conocimientos como a públicos todavía no contaminados con esos conocimientos.

Según Thornton Wilder, estos artistas son los que más necesitamos en nuestra época, para que las artes se hagan cotidianas como en la Grecia de Sófocles y no cuestión de unos pocos que se miran reiteradamente en exposiciones, festivales de cine y lecturas de poemas.

Y si el arte no ha de subvertirnos, inquietarnos, hacer que nos preguntemos por nosotros mismos como EL CORAJE DEL PUEBLO, es mejor que nada más veamos diariamente las puestas de sol.

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