Archivos históricos
Cine brasileño – 1984
Cine brasileño, una pasión de la vida
CINE (Carlos D. Mesa Gisbert)
Diario Última Hora (La Paz viernes 14 de septiembre de 1984)
Entre el pasado 4 y este próximo 17 de septiembre se exhibe en la Cinemateca con el co-auspicio de la embajada brasileña el ciclo denominado “Cine Brasileño Hoy” que incluye siete largometrajes del período 1974-1982.
Seis de los siete largometrajes son estrenos en Bolivia y permiten un acceso a la Cinematografía que más produce en toda América Latina y que es además una de las más importantes en cuanto hace a la calidad de su producción.
Vecinos como somos del Brasil, estamos totalmente aislados de los aportes de su cultura y específicamente de su cine. De ese modo, fuera de los dieciséis o diecisiete filmes que han llegado a través de ciclos y festivales, se han exhibido comercialmente algo más de 6 largometrajes en los últimos diez años, de ellos un 80% pertenece a lo que los brasileños denominan “pomochanchadas”.
Un fenómeno, sin embargo, tiene gran repercusión en Bolivia: el “boom” de las telenovelas brasileñas, realizadas con gran despliegue de medios, alto nivel de realización, sentido cinematográfico en su concepción general, actores de primera categoría, muchos de ellos primeras estrellas de su cine e historias verosímiles y creíbles.
Desde el mundo mágico-realista de EL BIENAMADO, hasta el abanico de clase media y burguesía de BAILA CONMIGO, las telenovelas brasileñas han desplazado a los intragables bodrios argentinos, las mediocres creaciones mexicanas y las aún balbuceantes telenovelas de Venezuela y Ecuador.
A través de la telenovela, Brasil comenzó a penetrar culturalmente en Bolivia, a dar una Visión de mundo particular, a exportar una imagen compleja, pero, en el fondo sofisticada, a dejar una visión de sociedad cuyos niveles críticos no dejan de ser epidémicos y que, en definitiva, plantea las historias individuales descontextualizadas de su medio.
Esta breve reflexión en torno al asunto, creo que tiene sentido en cuanto el alto nivel formal de las telenovelas del Brasil, las ha elevado a una categoría de influencia y de “retrato” del Brasil que era impensable en 105 melodramas de otras nacionalidades para televisión. Ese, en buenas cuentas, es el Brasil que los bolivianos ven todas las noches en el canal estatal.
Por ello, la confrontación con estas siete películas descubre elementos distintos, ciertamente de intenciones de análisis más profundo, que descubren en primera instancia una mirada harto ácida de la sociedad brasileña.
Un sentido crítico muy acentuado en un medio en el que se ve, la secuela de veinte años de gobiernos militares, pero, en la que se ve también el vigor de un arte que precisamente en el periodo anterior al primero de la dictadura (en sus comienzos hacia 1953-55 y en su periodo más vigoroso entre 1959 y 1962) con la eclosión del “Cinema Novo” marcó con fuego a toda esa cinematografía y se imprimió la pasión por la vida que caracteriza al Brasil contemporáneo.
EL SUEÑO NO ACABÓ
(1982) de Sergio Rezende
El sueño en realidad está terminado, si, acabó. Rezende nos descubre en su película un determinado grupo de jóvenes que van desde la alta burguesía hasta los hijos del proletariado que acceden a la universidad.
La historia no puede menos que desencantamos en tanto representa el fin de los grandes momentos creativos y transformadores de los años sesenta. Entre el hastío y la delincuencia, los protagonistas recorren un camino de confusiones, frustraciones, imposibilidades en una evidente ruta a la que le falta una brújula.
La mirada de Rezende a ese mosaico social en una misma generación es poco alentador. Serán los ojos del más pobre de ellos los que nos lleven por las peripecias más vacías y a la vez no exentas de un toque de vitalidad, que pueden generarse en medio de una vida universitaria que parece no conducir a ninguna parte.
No es casual la elección de Brasilia, un verdadero mito del pueblo brasileño en su sentido de lo nuevo, del futuro, de la esperanza, a la vez que representa el establecimiento de un poder que casi desde su creación es hostil al pueblo, y refleja también un cierto grado de distancia del hombre (Brasilia es una constante en los filmes de este ciclo).
Allí es precisamente donde Rezende sitúa su terrible historia en la que ni siquiera la directora de teatro puede romper el desencanto de una vida que se mutila y se simboliza en la muerte de la adolescente embarazada, como para reafirmar a una generación sin futuro.
Rezende no tiene concesiones para ese grupo que pretende ser representativo de un conjunto social. Su retrato es, sin embargo, fragmentado y por momentos disperso, y por ello pierde eficacia; la multiplicidad de personajes lo obliga a desarrollar historias paralelas y por momentos insuficientes que se tocan sólo por momentos.
Es evidente que el realizador no busca el desarrollo de los protagonistas, sino por el contrario intenta dar una visión colectiva y ciertamente poco esperanzadora de esta generación.
LA EDAD DE LA TIERRA
(1980) de Glauber Rocha.
Este filme convertido en el testamento de Rocha, sorprendido por la muerte precisamente en 1980, es de hecho un proyecto muy ambicioso como buena parte de los filmes del gran creador del Cinema Novo, pero a diferencia de otras de sus creaciones, sus pretensiones lo conducen a un resultado a mi entender poco satisfactorio.
LA EDAD DE LA TIERRA pretende englobar al hombre en la dimensión de la historia, la historia como totalidad, aunque se hace muy evidente que el mundo de Rocha está tan íntimamente ligado a la cultura afro-brasileña que esa. será la dimensión de su interpretación de un particular Occidente en el que el Brasil está inmerso.
Queda claro que la película de Rocha está cargada de una vitalidad verdaderamente desbordante y que esa sinfonía a la vida es esencial. Glauber apoya su relato en base a las expresiones colectivas (la danza sobre todo) alternadas con la presencia de personajes que simbolizan las grandes etapas históricas, siempre en la óptica de las colonias y del Tercer Mundo, a la vez que la idiosincrasia de los dominadores y los dominados.
Es un río en el que Rocha mezcla también a los mitos, a la poderosa fuerza cultural y religiosa de raíz africana, jugando siempre sobre la base de la contradicción dialéctica en la que inserta la vieja antinomia del bien y el mal.
El problema de LA EDAD DE LA TIERRA, es la grandilocuencia del filme, su forzada monumentalidad y la insistencia en subrayar determinados momentos en base a la repetición martilleante de varias secuencias. Por otro lado la verbalización de esa interpretación en la que las imágenes tienen indudablemente un gran poder, llega a un grado excesivo cuando el propio realizador se despacha una larga explicación que quiere redondear la totalidad del filme.
Es notable ver como para Rocha el eje de la continuidad histórica (pre-conquista-conquista-
colonización-independencia-imperialismo-dependencia) es la influencia religiosa plasmada en ese mestizaje entre los ritos casi mágicos de la cultura popular con el tremendo peso de la concepción judeo-cristiana, notable en cuanto a que esa fusión es la que nos imprimió el Occidente cristiano y la que rescatamos del fuerte pasado específicamente americano.
El sentido poético de la imágen en algunas partes contrasta con la aguda agresividad vital de otras, y con un conjunto en el que la banda sonora tiene una importancia básica.
Rocha, peca en definitiva, por exceso. Las dos horas y media de película podían haberse reducido sustancialmente sin pérdida para el contenido y con ventaja en cuanto hubieran descargado al filme de una evidente presuntuosidad totalizadora, en un proyecto cuyas limitaciones fueron generadas por su ambicioso universo de acción e interpretación.
TIENDA DE MILAGROS
(1977) DE NELSON PEREIRA DOS SANTOS
Sobre la novela de Jorge Amado Pereira, construye una película extraordinaria, vital y creativa sobre la búsqueda de los orígenes y de la identidad del pueblo brasileño.
Con la irónica mención a la llamada de atención desde fuera hacia adentro (el premio nóbel), el descubrimiento de Pedro Archanjo es en realidad el descubrimiento de la rica y poderosa cultura mestiza, de sus vertientes más profundas en un camino obligado de mirada introspectiva, frecuentemente olvidada por un superficial occidentalismo.
Pereira trabaja para lograr esa mirada a los ritmos de la cultura mestiza-popular en una dinámica de superposiciones e interpolaciones narrativas que recuperan los tiempos históricos y le dan un sentido de mirada global de notable valor.
La capacidad del realizador está en sintetizar la idea central; la cultura brasileña sobre la base de un complicado mecanismo de seguimiento en el que Pereira descubre las imposturas, los. snobismos, las investigaciones intelectuales y, finalmente, se reencuentra con la poderosa fuerza del hombre y su cultura enriquecida en la fusión de aportes que Pereira condimenta con una genuina alegría por la vida y con el particular ritmo que caracteriza a la visión del mundo del hombre tropical.
En la fundación de un cine nacional, Nelson Pereira y TIENDA DE MILAGROS específicamente, son aportes esenciales y verdaderos hitos.