El exorcista (1973)

El exorcista, Las obsesiones, las psicopatías y los fanatismos son los verdaderos demonios

Estrenos de la semana (Por: Amalia de Gallardo)

Diario Presencia (La Paz, domingo, 1 de marzo de 1981)

El Exorcista
Prod. Estados Unidos
Dir. William Friedkin

Conformando el ciclo de terror que viene programando la Cinemateca, vuelve a ofrecerse este controvertido filme que inició la corriente de los satanismos que ha inundado la producción con innumerables muestras, unas peores que otras.

“El Exorcista” de Friedkin es un estudio de connotaciones de profundidad filosófica y social si se lo mira con criterio analítico y se descarta el condimento comercial de algunos trucos y sensacionalismos que ha hecho de ella una muestra ruidosa y polémica.

Dejando de lado los logros técnicos, que son atendibles, hablemos un poco de los contenidos de esta obra, tomada inicialmente como una película escandalosa e irreverente pero, que no debe ser tan vacía cuando ha dejado tantas secuelas que comparativamente a la postre, la rescatan de las opiniones condenatorias que los criterios especializados le adjudicaron.

La inexplicable posesión satánica de una niña, en edad crítica no es nada increíble ni fuera de las inquietudes del mundo moderno, descreído y ateizado, que hoy vuelve los ojos hacia prácticas y creencias que se suponía superadas. El auge de la parapsicología y el esoterismo certifica esta angustia del hombre racionalista perteneciente al siglo de la ciencia de la relatividad.

El stress o ansiedad de los los curas, uno científico y creyente fanatizado, el otro desorientado autoculpándose de su desclasamiento y abandono de la madre enferma, escudándose en una vocación incierta y conflictiva, son las consideraciones básicas y de fondo en esta obra de la que tanto se ha dicho y poco se ha comprendido.

Las obsesiones, las psicopatías y los fanatismos son los verdaderos demonios que sólo se pueden exorcizar en función de amor y entrega por el prójimo.

Apreciación moral

Film que por la ambigüedad, la dudosa interpretación moral o las escenas crudas, exige un criterio más responsable y maduro.

Apreciación artística

Buena