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Un tropiezo llamado amor (1988)
Un tropiezo llamado amor (1988), Kathleen Turner siempre sorprendente y una Geena Davis a la altura de sus colegas
TODO EL CINE (PEDRO SUSZ)
Diario Hoy, Revista Domingo (La Paz domingo octubre 1989)
Lawrence Kasdan es un observador de costumbres. 0 para decirlo de otra manera, su cine vive de los personajes.
Bienvenida opción en estos tiempos de penuria de ideas y sobreabundancia de efectos especiales. Me explico; no es que en las cosas mandadas fabricar últimamente por la industria escasean los dramas individuales, pero no hay quien pueda creerse esas peripecias, porque faltan seres humanos en condiciones de crecer dramáticamente movidos por la evolución interior de sus sentimientos y no por disposición del arbitrio de los guionistas siguiendo el recetario al uso.
En esto, de saber mirar en torno para volcar a la pantalla los rasgos que humanizan a un personaje ficticio, ha consistido siempre el mayor desafío para guionistas y realizadores.
Vademecum melodramático
Lo otro, el vademecum melodramático resulta de acceso mucho más sencillo y de resultado tanto más menguado. Por eso se le agradece a Kasdan haber elegido el empinado camino del rescate de los géneros tradicionales, para el caso la comedia dramática, ateniéndose a sus exigencias más rigurosas. Si “Cuerpos Ardientes” salía en busca del thriller reduciendo la violencia a su estado primario, de latericia y “Reencuentro” ya insinuaba la aproximación a la interioridad de un grupo de ex compañeros de estudios zarandeados por la vida, “Un Tropiezo Llamado Amor” se concentra definitivamente en la descripción de una galería de seres afligidos por las desventuras de gente verdaderamente como uno.
El guía turístico
Macón Leary se gana el sustento poniendo en practica un curioso oficio: el de redactor de guías de turismo escritas a manera de doble compensación a su fobia contra los viajes y a su obsesivo apego al orden cotidiano.
Macón odia los cambios, los sobresaltos, los imprevistos. todo se le viene abajo no obstante el dia en que su mujer decide iniciar un juicio de divorcio, asumiendo la evidencia de una relación desgastada por el tiempo y por una tragedia reciente -el asesinato del hijo de ambos durante el asalto a un supermercado-
Contra su voluntad Macón se ve obligado a rehacer la vida sumergiéndose en la rutinaria existencia de sus hermanos, un trío cuya principal ocupación consiste en cumplir rigurosamente con los horarios y en tratar de evitar todo contacto con el prójimo. Kasdan muestra, describe, pero no caricaturiza. Aún en el patente rechazo que siente por esas existencias vaciadas de sentido hay la cuota de afecto imprescindible para no estereotipar. Es por otra parte un momento, necesario para delimitar el peligro que afronta.
Muriel, verdadera provocación andante
Macón, perfectamente predispuesto a dejarse atrapar en aquella red de conformismo y pasividad.
Las cosas comienzan a cambiar a partir de la entrada en escena de Muriel, verdadera provocación andante cuya forma de ir por el mundo es exactamente la opuesta. No se somete a regla alguna, hace y dice lo que piensa, tiene unas ganas inmensas de reír, disfrutar y querer. A Macón vuelve a caérsele la estantería, detrás de su fachada carcomida por la inercia atisba sentimientos que creía definitivamente olvidados. Es el amor, supone. Como una bomba el torbellino desatado por Muriel agita la vida del clan familiar, desmontando imperceptiblemente las certidumbres en las que se apoltronaba el protagonista. Kasdan vuelve a optar por la ternura para esta segunda disección de actitudes. No precipita los acontecimientos, se toma todo el tiempo para hacernos partícipes de las dudas, los vaivenes de una relación que no se resuelve tampoco de buenas a primeras en la desenfrenada pasión que hubiese traído a colación cualquiera de los chambones en cuyas manos esto pudo haber terminado siendo un melodrama de tantos. Hay encuentros, desencuentros, reencuentros. Como en la vida de verdad. Pero mejor porque Kasdan sabe elegir el momento preciso, el gesto adecuado para oscilar entre el humor y la severidad sin humoradas gratuitas ni solemnidades petulantes.
Un elenco brillante
Esa misma mesura caracteriza todos los ingredientes de la historia. Sexo sí, pero en la dosis justa para no transformar la intimidad en un circo. Diálogos, los estrictamente funcionales a la evolución de la trama. A cierta altura de los acontecimientos Macón confiesa no gustarle demasiado el cine “porque muestra todo desde demasiado cerca”. Toda una declaración de principios que resume la propia forma de entender la realización por el director: la fórmula mágica consiste en situarse siempre a la distancia precisa. El brillo del elenco aporta sin lugar a dudas lo suyo, con un William Hurt decididamente impecable, una Kathleen Turner siempre sorprendente y una Geena Davis a la altura de sus colegas. Que es mucho decir.
Ficha Técnica:
Tit. Orig: The Accidental Tourist.
Dir: Lawrence Kasdan.
Guión: Frank Galatti, Lawrence Kasdan.
Fot: Grodon Willis.
Montaje: Hugh Gillin.
Música: John Williams.
Prod: Lawrence Kasdan, Charles Okun, Michael Grillo.
Int: William Hurt, Kathleen Turner, Geena Davis, Harley Cartwright.
USA/1988